¿Cuántas veces nos ha pasado que creyendo haber dado toda la información con respecto a un tema, nos encontramos con que nos dicen “A mí no me has dicho nada de eso” o “A mí no me han informado de nada”?
La mala práctica de la comunicación genera un montón de problemas en las empresas y entre las personas.
En muchas ocasiones el origen de este problema radica en que no diferenciamos entre lo que es comunicar y lo que es informar. Comunicamos cuando confirmamos qué ha entendido de nuestro mensaje el destinatario del mismo. Informamos cuando transmitimos un mensaje sin buscar la interactuación con el destinatario de la información.
Todos conocemos los elementos que entran en juego en la comunicación: el emisor, el receptor, el mensaje, el canal y el código. Lo que igual ya no nos resulta tan evidente y que es clave para realizar una adecuada comunicación es: por un lado, que el mensaje, información que el emisor envía al receptor, éste último la interpreta. Y, por otro, que el código, sistema en el que se formula el mensaje, debe ser compartido por el emisor y el receptor.
Conseguir una comunicación eficaz no es una tarea sencilla y deberíamos ser más humildes y reconocer que en muchas ocasiones nos conformamos con informar, con lanzar mensajes y poco más. Pero, las personas sólo nos sentimos realmente informadas cuando llegamos a entender cómo nos afecta personalmente aquello de lo que nos están informando.
Confirmar que nuestros interlocutores han recibido el mensaje y saber cuál ha sido la interpretación que han hecho del mismo, esto sí es comunicación. Y para que esto se produzca, aunque parezca simple, lo que tenemos que hacer es escuchar.
Cuando nos sentimos escuchados, nos sentimos reconocidos y si nos sentimos reconocidos nos involucramos y participamos, es decir, tomamos una actitud proactiva y comprometida. Así funcionamos las personas y este proceso se repite en las empresas por ello la Comunicación Interna es una herramienta clave para el éxito.
Y tú ¿te comunicas o informas?