Tras dos años de pandemia e incertidumbre, ahora, vuelven como protagonistas de nuestras noticias la hostilidad y la guerra.
Y, en estas circunstancias, parece imposible que podamos estar con buena cara, incluso nos parece que no está bien, que no es ético estar bien, estar contentos.
Pero, precisamente por esto, porque las circunstancias nos arrastran a lugares hostiles, nos es más necesario que nunca esforzarnos, no sólo en poner nuestra mejor cara, sino también en tratarnos lo mejor posible a nosotros mismos y a los demás.

Ante estas circunstancias tan cambiantes y tan poco amables, nos conviene recargarnos de energía positiva, capacitante, que nos empodere.
Esto lo podemos conseguir cada uno con nuestra receta particular: meditando, haciendo deporte, escuchando música, disfrutando de la familia, paseando por el monte, derrochando amor y alegría.
Para hacer esto sólo necesitas esforzarte en creer que las cosas pueden ir mejor y que tú puedes contribuir a ello simplemente manteniendo una actitud positiva y de confianza.
Sí, porque creer que las cosas van a ir a peor, no sólo te requiere el mismo esfuerzo y gasto de energía, sino que, además, te llena de angustia, te paraliza y te impide actuar para mejorar tu situación y la de tu entorno.
Te invito a que te preguntes cada día al levantarte
¿qué voy a hacer hoy para que mi vida y la de mi entorno inmediato mejore?
¿cómo puedo contribuir a construir un mundo más amable?
Espero que esta reflexión te motive y te permita sonreír sin sentirte mal por hacerlo.
PD
En mis talleres y sesiones de coaching, lo que trabajamos es todo esto: identificar nuestras creencias, nuestros pensamientos, nuestras emociones para saber gestionarlos y decidir con qué actitud queremos ir por la vida y actuar según lo que somos realmente.