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Amor a uno mismo ¿egoísmo?


¿Podemos compartir aquello que no tenemos? ¿Podemos amar sin amarnos previamente a nosotros mismos?


El conocimiento de uno mismo, afirman todas las tradiciones de sabiduría tanto de Occidente como de Oriente, es el camino del amor. La plenitud de la vida humana se consigue en la superación de egocentrismo, de una vida cerrada en sí misma y regida por intereses meramente individuales.



El tener una vida propia, el estar dispuesto a actuar según las propias apreciaciones y convicciones, requiere valentía y capacidad para tolerar la soledad que pueda derivarse de la falta de aprobación ajena. Sin embargo, la persona egoísta sólo se interesa por sí misma, no siente placer en dar, únicamente en tomar. Juzga a todos según su utilidad y ello hace que sea básicamente incapaz de amar. Por ello el egoísmo y el amor a sí mismo lejos de ser idénticos, son realmente opuestos. El individuo egoísta trata de disimular y compensar su incapacidad de cuidar de su verdadero ser.

“La idea expresada en el bíblico ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo’ implica que el respeto por la propia integridad y unicidad, el amor y la comprensión del propio sí mismo, no pueden separarse del respeto, el amor y la comprensión del otro individuo. El amor a sí mismo está inseparablemente ligado al amor a cualquier otro ser”
Erich Fromm

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