Toda persona construye su propio pensamiento. El pensar constituye no sólo la grandeza de la persona sino también su miseria.
La razón de que la influencia de nuestro pensamiento sobre nuestra vida sea tan importante reside en que, esa gran cantidad de ideas que cada día rondan nuestra cabeza, provienen de ese hábito de pensar, el cual se forma a lo largo del tiempo a partir de ciertas experiencias, preferencias, influencias,…

Los pensamientos que tengamos nos provocarán cierto tipo de sentimientos y estos a su vez condicionarán tanto nuestro modo de actuar como ciertas reacciones orgánicas. Es decir, mientras que las ideas positivas, firmes y constructivas nos ayudarán a conseguir una vida productiva y gozosa, ocurrirá lo contrario con las ideas negativas, recelosas y destructivas, máxime cuando acaban apoderándose de nosotros y se convierten en recurrentes. Pero, incluso en estos casos los pensamientos pueden ser modificados.
Para conseguir una nueva forma de afrontar situaciones difíciles o relaciones personales conflictivas, generalmente, son necesarios profundos cambios. Y, si queremos que estas transformaciones sean efectivas y duraderas, deberán ser abordadas desde el lugar donde se producen las causas de este funcionar erróneo: desde el pensamiento.
El diálogo se nos ofrece como una herramienta poderosísima para penetrar en el proceso de pensamiento: nos permite desarrollar la capacidad de escuchar y de observar la forma de construir nuestros pensamientos (orden, incoherencias, tipos de pensamientos…) es decir, hacernos conscientes de aquellos puntos en que no funciona adecuadamente y… aprender a pensar.
“Todas las personas poseen una filosofía, tanto si lo saben como si no. Confieso que esas filosofías, en general, no son demasiado provechosas, pues su influencia en nuestro pensamiento y en nuestras acciones es francamente nefasta. Por ello es necesario examinar críticamente nuestras filosofías. Esta es la tarea de la Filosofía…”
Kart Popper