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¿Cómo se acepta el dolor?


Epicteto (filósofo estoico, siglo I d C) decía, ‘no busques que los acontecimientos sucedan como tú quieres, sino desea que, sucedan como sucedan, tú salgas bien parado’.


Con ello quería hacernos ver que no sufrimos tanto por lo que nos sucede como por el modo en que valoramos lo que nos sucede. No nos alegramos ni nos entristecemos por lo que son las cosas en sí mismas, sino por lo que representan para nosotros a través de los juicios que hacemos de ellas.


¿Cómo aceptar el dolor? De la misma manera que cocinamos, que hablamos, que conducimos,… es decir, aprendiendo. Hemos de ser valientes, no paralizarnos frente a la desesperación, hemos de enfrentarnos a los problemas. Esto no significa que exaltemos el dolor, sino entender que los problemas nos brindan nuevas posibilidades de ser y de estar en el mundo, que pueden ser un gran maestro de vida.


Filosofamos cuando sufrimos, porque nos entristecemos y nos angustiamos. Los problemas hacen que aflore el filósofo que llevamos dentro, los problemas suscitan la reflexión, enseñan que de la mayor adversidad puede surgir el mayor bien.



“Se igual al promontorio donde sin cesar se quiebran las olas. Él permanece inconmovible, y a su alrededor se adormece la fuerza estrepitosa del agua. “Desgraciado de mí, porque me ha pasado esto”. Nada de eso, sino “afortunado yo, porque a pesar de pasarme esto, continúo sin pesar ni quebranto por el presente ni atemorizado por el porvenir”. (…) Acuérdate, además, en ocasión de todo lo que te lleve a la tristeza, de echar mano de este principio: que no es esto mala suerte, sino llevarlo con clase es buena fortuna”.
Marco Aurelio
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